Una estampita de San Antonio de cabeza concede favores amorosos en lugar de invocar la plegaria. Un lápiz dibuja y borra según por dónde se tome. Y así cambia el sentido y lo que era una cosa ahora es otra, o muchas, o la misma, pero distinta.
Con un giro a lo cotidiano, de pronto, produce extrañeza. Lo práctico se convierte en simbólico. Lo utilitario se vuelve mágico.