Ítaca
Juan Pedro Ocampo
Junio 2024

Siempre he pensado que alzar la cámara es interrogar. No es solo el registro generalizado que se han vuelto las selfies o las fotos con el celular, en una época quizás más fotografiada que cualquiera que le preceda. Sino es una pregunta a lo que se fotografía, al igual que a uno mismo. ¿Qué es lo que hay frente al lente? ¿Qué revela un sujeto al fotografiarlo? ¿Por qué me interesa esto, y no algo distinto? Hay un juego estético, claro, pero hay sobre todo una curiosidad, y una subjetividad. Es un intento por construir pequeñas escenas estáticas en medio del ruido.

La foto se ha vuelto búsqueda, un esfuerzo por apropiar o entender el lugar donde estoy en un momento dado, como alguien que viene de otro lugar. Es una herramienta para entablar una relación con lo que tengo al frente. Para ir construyendo o persiguiendo mi propia versión utópica, familiar, escondida dentro de los lugares, por medio de fragmentos.

 

Ítaca
Juan Pedro Ocampo
Junio 2024

Siempre he pensado que alzar la cámara es interrogar. No es solo el registro generalizado que se han vuelto las selfies o las fotos con el celular, en una época quizás más fotografiada que cualquiera que le preceda. Sino es una pregunta a lo que se fotografía, al igual que a uno mismo. ¿Qué es lo que hay frente al lente? ¿Qué revela un sujeto al fotografiarlo? ¿Por qué me interesa esto, y no algo distinto? Hay un juego estético, claro, pero hay sobre todo una curiosidad, y una subjetividad. Es un intento por construir pequeñas escenas estáticas en medio del ruido.

La foto se ha vuelto búsqueda, un esfuerzo por apropiar o entender el lugar donde estoy en un momento dado, como alguien que viene de otro lugar. Es una herramienta para entablar una relación con lo que tengo al frente. Para ir construyendo o persiguiendo mi propia versión utópica, familiar, escondida dentro de los lugares, por medio de fragmentos.

¿Cómo fotografiar lo conocido? Para mí la foto ha sido siempre una forma de conocer. Fotografío para materializar, para recopilar, para hacerlo propio. O para crear esa ilusión al menos. También se puede fotografiar con los ojos del futuro, pienso, buscando encapsular una época. Fotografiar con nostalgia quizás.
La otra forma que he encontrado de fotografiar lo familiar es abstraerlo. En estas fotos, no busco documentar ni retratar un paisaje sino romperlo en pedacitos. Quizás como ejercicio estético. Viñetas urbanas singulares que puedo cargar conmigo, no porque sean mi ciudad, ni por querer hacerla propia, sino porque las descubrí dentro de algo que ya era mío, o que fue mío al menos. Las ciudades son cada una mil ciudades, y son también muchas cosas más pequeñas. Entre ellas semáforos y piernas, y la forma como cae la nieve sobre sus techos.

Hay escapes también, momentos en que interrumpir y buscar al menos por un rato algo distinto a lo anterior. En este caso la cámara se torna en curiosidad. Frente a lo desconocido la foto se vuelve una forma de suavizar, y compartimentar en algo digerible. ¿Cómo ilustrar los lugares que se tienen enfrente que la cámara no puede del todo capturar? ¿Cómo puede ser un río mío? Y sin embargo de alguna forma lo es. Un río vivo, que corre estático y desborda, azul, profundo, perpetuo y cambiante, pero viene el rio también con un sentimiento abrumador de lejanía.

Sin quererlo busco mis ciudades en las ciudades nuevas. Sobrepongo lo conocido sobre lo inmediato. Esperando que una esquina me recuerde a otra familiar, que los atardeceres se comporten igual, que el yo que encuentro allí pueda de alguna forma alinearse con el que conocía de otro lugar. Pero los lugares también tienen sus propios mosaicos y colores.
Un domingo decembrino tomo un tren en la mañana. Llueve a lo largo del trayecto y me acabo mi libro. Vuela el campo por la ventana. Es lindo ver el mar y las gaviotas. El entablado del muelle se tiñe de un azul cerúleo que pronto se toma el cielo y por entre las nubes se escapa un atardecer.

Una tarde corro varias cuadras a buscar la cámara para fotografiar un cielo rojo sangre, otra me quedo un rato mirando un charco hasta que veo un farolito. Hay también fotos que me acuerdan de otras fotos. Estas flores me recuerdan a las flores que abren esta exposición, y por consiguiente a ese día frío borroso en que cada tanto se oía el tren pasar y el sol daba la falsa ilusión de que venía la primavera.

Fotografiar incluso cuando el sujeto no es una persona, pienso, es también un diálogo, e Ítaca no existe sino donde se busque o construya.

Juan Pedro Ocampo
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