Lucas Ospina (°1971, Bogotá, Colombia) realiza dibujos, pinturas e instalaciones. Tomando la vida cotidiana como tema y comentando la estética cotidiana de los valores de la clase media, Ospina crea obras a través de procesos intensivos de trabajo que pueden verse explícitamente como un ritual de exorcismo personal. Se inspiran en una tradición de obras del siglo XIX, en la que un ideal de «Ausencia Cumplida» se consideraba la cúspide.

Lucas Ospina (°1971, Bogotá, Colombia) realiza dibujos, pinturas e instalaciones. Tomando la vida cotidiana como tema y comentando la estética cotidiana de los valores de la clase media, Ospina crea obras a través de procesos intensivos de trabajo que pueden verse explícitamente como un ritual de exorcismo personal. Se inspiran en una tradición de obras del siglo XIX, en la que un ideal de «Ausencia Cumplida» se consideraba la cúspide.

Sus dibujos están saturados de obviedad, inercia mental, clichés y chistes malos. Cuestionan la coerción que se desprende del significado más profundo y la apariencia estética superficial de una imagen.

Parodiando los medios de comunicación de masas mediante la exageración de ciertos aspectos formales inherentes a nuestra sociedad contemporánea, a menudo crea obras utilizando tácticas de juego creativas, pero nunca permisivas. El juego es un asunto serio: durante el mismo, se aplican reglas diferentes a las de la vida cotidiana, e incluso los objetos de la vida diaria sufren una transubstanciación.

Sus obras se clasifican a menudo como parte del nuevo movimiento romántico por el deseo de lo local en el mundo globalizado que se está desarrollando. Sin embargo, esta referencia no es intencionada, ya que este tipo de arte forma parte de la memoria colectiva.

Al hacer referencia al romanticismo, al humor negro grandilocuente y al simbolismo, realiza obras que pueden considerarse autorretratos. A veces parecen idiosincrásicas y extravagantes, otras veces parecen los típicos subproductos de la superabundancia y el marketing estadounidense.

En algunas de sus pinturas, aplicando la abstracción, Ospina crea intensos momentos personales creados con maestría mediante reglas y omisiones, aceptación y rechazo, atrayendo al espectador en círculos.

Sus cuadros no hacen referencia a una forma reconocible. Los resultados se deconstruyen hasta el punto de que el significado se desplaza y la posible interpretación se vuelve multifacética.

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