Algunas veces, casi siempre
Abraham Benjumea
7 de Junio

Algunas veces, casi siempre, entre el cielo y la tierra está el azul. La tierra se vuelve una línea inexistente que demarca el comienzo del cielo, un color difuso que comienza pero no termina. Esto suena a la descripción de una exposición de paisaje, pero esta no lo es. Después de ver las pinturas que Abraham colgaría en esta exposición, tuve la valentía o estupidez de decir, por primera vez, en clase que hay infinitos azules.

Azules de todas las temperaturas, de todas las saturaciones, transparencias y texturas. Dije que el blanco es azul y el negro también y que hay miles de millones de azules, pero que a uno se le olvidan después de verlos, terminando por condensarlos en un solo azul. Más bien, debí haber dicho que uno los evoca, como la imagen de un perro que vio una vez al lado de una carretera en un viaje que sucedió, pero del que no sabe hacia dónde iba ni de dónde venía. 

Algunas veces, casi siempre
Abraham Benjumea
7 de Junio

Algunas veces, casi siempre, entre el cielo y la tierra está el azul. La tierra se vuelve una línea inexistente que demarca el comienzo del cielo, un color difuso que comienza pero no termina. Esto suena a la descripción de una exposición de paisaje, pero esta no lo es. Después de ver las pinturas que Abraham colgaría en esta exposición, tuve la valentía o estupidez de decir, por primera vez, en clase que hay infinitos azules. Azules de todas las temperaturas, de todas las saturaciones, transparencias y texturas. Dije que el blanco es azul y el negro también y que hay miles de millones de azules, pero que a uno se le olvidan después de verlos, terminando por condensarlos en un solo azul. Más bien, debí haber dicho que uno los evoca, como la imagen de un perro que vio una vez al lado de una carretera en un viaje que sucedió, pero del que no sabe hacia dónde iba ni de dónde venía. Todo el mundo ha visto todos los azules, pero se le olvidan.
Como el recuerdo de una casa que se sabe vista en un lugar exacto, pero que cuando se le vuelve a buscar no está.

Algunas veces, casi siempre, hay muchas pinturas que se hacen pero no se ven. No solamente porque no se exhiban, sino porque se tapan o se transforman en otras. Una pintura es una suma de otras pinturas, de imágines apiladas que mutan hacia algo que aparece como un resultado final. A los pintores los llenan de mantras para llegar a resultados maravillosos. De una serie de frases cliché equivalentes a lo que se expresa como las “verdades” en el fútbol: ‘zurdo patea a la izquierda’, ‘el negro de tubo es un color que ensucia’, ;dos-uno es el marcador más peligroso’, ‘no poner colores opuestos juntos, y aun menos los tres primarios’; ‘doble cabezazo en el área es gol’, ‘el blanco se roba toda la atención’, ‘el texturizado en exceso cansa la vista’, ‘el que no los hace, los ve hacer’. La realidad es que son verdades a medias y representan más lugares seguros que otras cosas. La pintura de Abraham descree de esos paradigmas. Bueno, de pronto del del negro no, ni del del cabezazo.
La pintura de Abraham es un lenguaje con el que se intenta hacer visible lo que nadie más ha visto. Es un intento de hacer ver lo que nadie más conoce, y al revés, de conocer lo que nadie más ve. No se puede nombrar lo que no se conoce (o se recuerda) del todo, pero sí pintarlo. Abraham pinta el patrón de un sofá que había en su casa cuando niño; luego se encontró una foto y todo era de otro color. Como si sus recuerdos fueran manchados, confusos e impastados. Alguien olvida, pero la pintura casi siempre recuerda. Es curioso, pero no hay peces koi azules. Es decir que en el mundo hay muchos azules, pero no de todas la cosas existe algo azul. La regla general es que uno ha visto todos los colores, pero no los recuerda. Para la muestra, un haikú:

Algunas veces,
casi siempre, a color
no se recuerda

En las pinturas de Abraham, sí. Además, con textura.
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