Mujer Montaña
Margarita Gutiérrez
Septiembre 20 al 31 de Octubre, 2025

Notas sobre Margarita Gutiérrez

Escribo esta noche por la necesidad de expresar ideas que desde hace tiempo rondan mi cabeza sobre la práctica artística de una amiga muy cercana, a quien admiro profundamente no solo por su obra, sino también por las conversaciones que hemos compartido en torno al oficio del arte moderno, la pintura y lo que significa ejercerla desde la experiencia de ser mujer.

Margarita Gutiérrez (Bogotá, 1951) es egresada de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano en 1975. Sus años de formación estuvieron marcados por un ambiente de relativa libertad creativa y por la influencia de maestros como Carlos Rojas, Ana Mercedes Hoyos, Hernando del Villar, Álvaro Medina y Alfredo Guerrero. Aquella experiencia universitaria le permitió construir un mundo propio, nutrido tanto por la intensidad de sus compañeros como por las discusiones con sus profesores, y sentó las bases de una sensibilidad artística que ha acompañado toda su trayectoria.
Margarita entendió el valor de los distintos oficios que las mujeres artistas desplegaban en un ámbito moderno que con frecuencia las relegaba a las artes aplicadas. Bordado, cerámica, vidrio, diseño textil o gráfico: prácticas vinculadas al espacio doméstico y a la crianza que muchas veces se oponían a la posibilidad de ejercer la pintura o la escultura. No es casual que al ver la retrospectiva de Sophie Taeuber-Arp la primera persona en quien pensé fue en ella.
Su obra inicial, de los años setenta, explora un lenguaje abstracto-geométrico en series de tubos y ventanas cercanas al futurismo, el art déco y el constructivismo. En 1976 presentó Laberinto de las sombras en el Segundo Salón Atenas del MAMBO, obra que consolidó su interés por lo urbano y lo arquitectónico. 

Mujer Montaña

Óleo sobre lino
140 X 140 cm.
2025

Bogotá desde Bogotá

Oleo sobre tela
60 x 60 cm.
2024

Mujer Montaña

Óleo sobre lino
25 X 25 cm.
2025

Bogotá desde Bogotá

Oleo sobre tela
60 X 60 cm.
2024

Bogotá desde Bogotá

Oleo sobre tela
60 x 60 cm.
2024

Mujer Montaña

Óleo sobre lino
25 X 25 cm.
2025

Mujer Montaña

Óleo sobre lino
140 X 140 cm.
2025

Mujer Montaña

Óleo sobre tela
25 X 25 cm.
2025

Bogotá desde Bogotá

Oleo sobre tela
60 x 60 cm.
2024

Mujer Montaña

Óleo sobre lino
25 X 25 cm.
2025

Bogotá desde Bogotá

Lápices de color sobre papel
15.2 X 20.3
2024

Bogotá desde Bogotá

Lápices de color sobre papel
15.2 X 20.3
2024

Poco después trabajó como asistente de Manuel Hernández, con quien colaboró en el mural del Congreso Nacional en Bogotá, experiencia que derivó en una etapa de geometría pura, marcada por triángulos, equilibrios compositivos y colores planos que remiten a Mondrian y la Bauhaus. Durante estos años también fue asistente de la Revista Arte en Colombia, acercándose al circuito crítico e intelectual del país.
A lo largo de los ochenta, Gutiérrez profundizó en la abstracción geométrica y en un uso cada vez más arriesgado del color. Poco a poco, las estructuras rígidas dieron paso a curvas y formas biomorfas inspiradas en la naturaleza: jardines, hojas, flores y semillas que fue sintetizando en composiciones de gran equilibrio. En este tránsito se pueden reconocer ecos de Mondrian, Miró, Calder o Arp, aunque siempre reelaborados desde una voz personal y con una sensibilidad marcada por lo femenino./

Su interés por los movimientos modernos —del Arts and Crafts al De Stijl— se refleja tanto en su investigación como en su vida cotidiana. En esta genealogía resulta significativo recordar a Margaret MacKintosh, compañera de Charles Rennie MacKintosh, cuya labor en la fundación del Arts and Crafts junto a William Morris fue clave pero históricamente invisibilizada. No es casual que Margarita viva rodeada de objetos que hacen eco de esa tradición: vajillas art déco, floreros art nouveau y mobiliario moderno. En los noventa, la exposición Cincuentas integró pintura, cerámica y tapices junto a piezas de diseño curvilíneo, en un gesto que unía arte y vida cotidiana y reafirmaba la vigencia de aquellas herencias modernas.
Lo femenino aparece en su obra no solo en la elección de motivos naturales, sino en la manera de concebir la pintura: ordenada, cercana a lo real, abierta al discurso del amor y a la semilla como metáfora vital. Sus curvas biomorfas dialogan con la suavidad de Georgia O’Keeffe, la transparencia cromática de Helen Frankenthaler, y en contraste con la solidez geométrica de Fanny Sanín, a quien admira profundamente. La obra de Rosa Sanín también resuena en esa búsqueda orgánica y suave que evoca lo femenino desde la pintura.

Al pensar en Margarita también es imposible no relacionarla con artistas modernas como Sonia Delaunay, cuya síntesis de formas cubistas abrió caminos para la abstracción lírica; o con las colombianas Judith Márquez y Cecilia Porras, quienes hicieron del objeto un pretexto para redefinir el paisaje a partir de planos, formas geométricas y nuevas estructuras visuales.

Ya en los años dos mil, su atención se dirigió hacia el jardín como espacio de contemplación. Entre lo privado y lo universal, sus pinturas de hojas y flores nacen de la observación paciente de su propio jardín y de los jardines botánicos que visita en sus viajes. En un mundo dominado por la inmediatez, Margarita encuentra en esas formas orgánicas un ritmo lento, propicio para la contemplación y la creación. Desde allí se adentró también en el paisaje marino, inicialmente a partir de Milton Avery, a quien reinterpreta desde una sensibilidad propia.
En su producción más reciente, Gutiérrez continúa trazando un puente entre geometría y naturaleza. Sus composiciones revelan un manejo impecable de la forma y el color inspirados en la síntesis pictórica de Elsworth Kelly, al tiempo manifiestan su propia experiencia de habitar la naturaleza, ya sea en la intimidad del jardín o en la vastedad del paisaje.

Con más de cinco décadas de trayectoria, Margarita Gutiérrez ha transitado fluidamente entre abstracción y figuración, explorando siempre la relación entre diseño, pintura y naturaleza. Alumna de Momo del Villar y de Ana Mercedes Hoyos, heredó de ambos el interés por reinterpretar el paisaje desde claves modernas. De Marco Ospina retoma la síntesis cubista del paisaje, mientras que de Hoyos recoge el gesto de mirar la ciudad y los cerros bogotanos a través de la ventana como un motivo pictórico.

Mujer Montaña reconoce en Margarita Gutiérrez una presencia fundamental en la historia del arte colombiano moderno: una artista que, desde la pintura, ha sabido enlazar tradición y modernidad, geometría y botánica, diseño y síntesis. La exposición reivindica su lugar en la historia y lo proyecta hacia el presente, como parte de un esfuerzo mayor por restituir la presencia de las mujeres en la pintura colombiana y afirmar su vigencia actual, entendiendo que reconstruir el paisaje también implica mirarlo desde la sensibilidad femenina.

Mujer Montaña
Margarita Gutiérrez
Septiembre 20 al 31 de Octubre, 2025

Mujer Montaña

Margarita Gutiérrez (Bogotá, 1951) ha sido una figura singular en la pintura abstracta en Colombia. Su carrera despegó en la década del setenta, cuando expuso profusamente y recibió distinciones como el Primer Premio de Pintura en el VII Salón de Arte Joven del Museo de Zea, el Gran Premio Internacional de Arte Contemporáneo del Museo Nacional de Mónaco y participó en el II Salón Atenas del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Su obra dialoga con referentes nacionales como Ana Mercedes Hoyos, Manuel Hernández, Momo (Hernando) del Villar y Marco Ospina, e internacionales como Hilma Af Klimt, Georgia O'Keeffe y Milton Avery, cuyas búsquedas en torno a la síntesis visual han marcado afinidades profundas con su práctica.

Participó en exposiciones como la II Bienal de Arte de Bogotá (1990), la Primera Bienal de Pintura del Caribe y Centroamérica (1992) y Colombia en portada en Casa de América, Madrid (1994). Marta Traba la incluyó en sus panoramas de los Novísimos Colombianos, Germán Rubiano destacó su capacidad para conjugar la geometría con la sensualidad cromática, y Eduardo Serrano subrayó la coherencia y evolución de su búsqueda formal. Sus obras hacen parte de colecciones como la del Banco de la República, el MAMBO y el Museo de Arte de la Universidad Nacional.
También funcionan como cartografías sensibles que advierten sobre la monumentalidad y vulnerabilidad del territorio, y revelan tensiones constantes en su práctica: el encuentro entre orden y juego, estructura y movimiento, rigor y sensibilidad.

Como ha sucedido con tantas artistas tras la maternidad, los ritmos de vida asociados al cuidado familiar –labores históricamente invisibilizadas y feminizadas– redujeron su presencia en el sector. No obstante, durante cinco décadas Margarita ha desarrollado un lenguaje pictórico propio que se destaca por el rigor cromático, los procesos de abstracción y una sensibilidad marcada por la jardinería y la contemplación situada.

Mujer Montaña reúne sus procesos más recientes, en los que convoca a las montañas que rodean Bogotá y a la flora de la región. Formas ondulantes, colinas delineadas como curvas esenciales y cuerpos de agua evocan la vitalidad de la transformación permanente. Algunas pinturas incluyen variaciones de escala y color, como una invitación a la contemplación y a acoger aquello que podría pasar inadvertido.

Dos series de dibujos muestran su proceso íntimo inédito. La primera registra flores cultivadas por ella y en recorridos por el Jardín Botánico de Bogotá.
En el fondo traza un horizonte montañoso como hilo conductor, tejiendo conexiones entre los jardines y la cordillera. La segunda serie se inspira en los páramos que rodean Bogotá, ecosistemas de alta montaña indispensables para la vida urbana y rural, afectados por los incendios forestales del 2024. Aquí, la artista evoca con su paleta de ocres, grises y violetas la riqueza mineral del páramo y las huellas devastadoras del fuego.

Ambos universos, jardines y montañas, confluyen en la exposición como metáforas de la vida y los procesos de creación de Margarita: prácticas que requieren cuidado, tiempo y constancia, que nos entregan imágenes de resistencia frente al vértigo de lo inmediato.

Una pregunta resuena de fondo: cómo nos vinculamos y nos transformamos en relación con el mundo que habitamos. Desde una perspectiva contemporánea de las ecologías afectivas, la clave está en la interdependencia: ningún ser existe aislado. Lo afectivo es lo que sostiene la vida en común. Lejos de ser paisaje, las montañas son organismos vivos que nos acogen y activan vínculos e intuiciones compartidas. Las plantas emergen, no como ornamentos de jardines domesticados, sino como territorios de intimidad y memoria que condensan entramados entre lo urbano y lo vegetal. Mujer Montaña actúa entonces como un umbral entre lo personal y lo colectivo, entre el reconocimiento de su propio cuerpo como poderosa montaña y la apropiación de aquello que tenemos en común.

Por Laura Zarta
CALLE 26B # 3-47 | BOGOTÁ, CO 110311

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